4/28/2009

La lingüista Soledad Moliner da algunos consejos para hablar mejor

A propósito de la publicación de su libro 'Primeros auxilios para hablar bien español', Moliner explica cómo usar los posesivos, el gerundio y la preposición de, entre otros temas.

¿Está enferma la lengua española? ¿La hemos herido a punta de errores y extranjerismos? ¿Necesita recibir los tratamientos de una sala de urgencias?

No es para tanto. Es cierto que los hispanohablantes maltratamos nuestro idioma con frecuencia, pero la situación no es desesperada. Los problemas más graves y frecuentes se pueden remediar con primeros auxilios. Y la lingüista Soledad Moliner los ofrece ahora reunidos en un nuevo libro.

'Primeros auxilios para hablar bien español' es un botiquín con remedios para las enfermedades más recurrentes del español. Explica el síndrome, expone el diagnóstico, sugiere el tratamiento y suministra una receta para cada mal. EL TIEMPO ofrece a continuación algunas de las enfermedades y consejos del libro.

Coloquitis crónica
Se trata de la sustitución viciosa del verbo poner por el verbo colocar. Muchos hablantes creen que son más elegantes si conjugan el verbo colocar en lugar de poner, con lo que están despojándolo de su verdadero sentido. Ejemplos: - Me coloca al borde de la quiebra; - A la bebé la colocaron Valentina; - Eso me colocó a pensar; - Ella se colocó brava... La diferencia entre los dos verbos radica en que colocar no es simplemente poner, sino poner donde corresponde; generalmente, ubicar en sentido físico.

Otras dos acepciones específicas de colocar son: 1) Invertir dinero, acciones o valores. Ejemplo: Coloqué mis ahorros al tres por ciento. 2) Acomodar a una persona en un empleo. Ejemplo: Mi hermano se colocó en una oficina de abogados.

Receta: Como norma general, aconsejo evitar el uso de colocar y jugársela con poner: hay menos posibilidades de meter las patas y ponerse colorado.


Posesivos
Son comunes los errores en el uso de algunos posesivos cuando se emplean con la preposición de. Las complicaciones comienzan cuando los pronombres cumplen una función referente a la ubicación, no a la posesión. Son incorrectos los siguientes usos de las formas posesivas: - a través mío; - cerca suyo; - debajo tuyo; - delante nuestro; - dentro mío; - detrás suyo; - encima tuyo; - enfrente mío. Deben usarse estas formas correctas: a través de mí; cerca de usted; debajo de ti; delante de nosotros; dentro de mí; detrás de ella; encima de ti; enfrente de mí. En cambio, y por caprichos de la lengua, son correctas las siguientes construcciones: alrededor mío (tuyo, suyo, nuestro, vuestro); al lado mío (tuyo, suyo, nuestro, vuestro) en contra mía (tuya, suya, nuestra, vuestra); en favor mío (tuyo, suyo, nuestro, vuestro)

Solo y sólo
A fuerza de verlos con tilde y sin ella, y debido a algunas divergencias entre académicos, se ha creado comprensible confusión a la hora de marcar o no marcar el acento de solo, adverbio o adjetivo. La tilde es obligatoria únicamente cuando hay riesgo de ambigüedad. Cuando cumple las funciones de adverbio y hay riesgo de ambigüedad en la frase, se marca la tilde. Ejemplo: - Vengo solo los lunes. En esta frase se presenta la duda de si viene sin compañía los lunes o únicamente los lunes. Si la idea es la segunda, lleva tilde: - Vengo sólo los lunes. Significa que viene únicamente los lunes. Puede suceder que venga únicamente los lunes y lo haga sin compañía. Entonces sería así: Sólo vengo solo los lunes.

Receta: Si hay ambigüedad y no sabe si debe marcar la tilde en solo, piense si puede reemplazarlo con solamente. Si es así, lleva tilde.

Los múltiples usos de la preposición de
Una de las consultas que con mayor frecuencia recibo en mis columnas es una simple y llana pregunta: ¿Se dice "vaso de agua" o "vaso con agua"? Muchos piensan que al decir "vaso de agua" se hace referencia al material con que está fabricado el vaso. La clave de la cuestión está en las funciones de la preposición de, que indica: posesión (El lápiz de Lina), cualidad (Mujer de paz), cantidad (Recibió una suma generosa de dinero); materia (El camino de piedra), origen (Vengo de Colombia), causa (Murió de un paro cardíaco), ilación (Del estudio se deduce su final), parte (Comimos del mismo ponqué); modo (Se estrelló de lado), tiempo (Llegó de noche), asunto de que trata algo (El libro de cocina), condición (De haberlo sabido antes, no le habría escrito), parte de un todo (Vendrá a mediados de año), complemento de algunas oraciones pasivas en reemplazo de por (Llegó seguido de sus perros), contenido (Un plato de lentejas), propósito (detector de ruidos). Se dice, pues, "vaso de agua".

Gerundiando El mal empleo del gerundio es una de las enfermedades más frecuentes y repelentes de nuestro idioma. Se manifiesta de diversas maneras: 1) Es incorrecto utilizarlo para describir un resultado o una consecuencia de la acción principal (gerundio de posterioridad). Ejemplo: - El bus se estrelló, resultando heridos varios pasajeros. Lo correcto sería: - El bus se estrelló y resultaron heridos varios pasajeros.

2) También es incorrecto el uso del gerundio que especifica a un individuo dentro de un grupo (gerundio de especificación). En este caso, el gerundio reemplaza a la forma que + verbo en forma personal y adquiere una función de adjetivo que es impropia del gerundio. Resulta incorrecto decir: - La maleta conteniendo mis camisas es la roja. Lo correcto sería: - La maleta que contiene mis camisas es la roja.

3) Otro error es el del gerundio que hace las veces de adjetivo y califica al sustantivo de la frase (gerundio con función atributiva). Por ejemplo: - Llamé a la empresa promoviendo la venta de casas. Lo correcto sería: Llamé a la empresa que promueve la venta de casas. En general, ningún verbo puede emplear la forma de gerundio para reemplazar un adjetivo. Está mal: - El agua burbujeando me hace daño. Una casa ardiendo me aterra. Pero ojo a las excepciones: dos sinónimos de los anteriores (hervir y arder) se consideran correctos cuando cumplen funciones de adjetivo.

Está bien decir: El agua hirviendo me hace daño. Una casa ardiendo me aterra. También se considera correcto utilizar el gerundio adjetival cuando se trata del título de una obra de arte (cuadro, texto, capítulo de texto, ópera, zarzuela, canción, película, fotografía): Apolo visitando la fragua de Vulcano, Cantando bajo la lluvia. Y es aceptable en pies de fotografía o de ilustraciones, pues se supone que está implícito el verbo principal (ver, aparecer, tener...): (Vemos a) Nadal recogiendo la copa en medio de los aplausos.

Receta: Primer consejo general: el gerundio es peligroso. A menos que tenga claridad sobre su uso, procure huir de él cuando le sea posible.

Segundo consejo general: casi siempre que el gerundio es el segundo verbo de una frase y está directamente conectado con el primero es correcto. Por ejemplo: Ha seguido cantando vallenatos.Tercer consejo general: suele ser aceptable cuando responde a la pregunta "¿cómo?". Es decir, cuando cumple un trabajo adverbial que explica o describe: El huracán llegó derribando árboles.Cuarto consejo general: intente reemplazar el gerundio por la forma que + conjugación verbal. Ejemplo: - El perro flaco gruñendo al niño está rabioso. Es incorrecto el gerundio, por realizar funciones especificativas. Pero es correcto aquí: - El perro flaco que gruñe al niño está rabioso. También está bien: - El perro flaco gruñendo se defiende (¿Cómo se defiende el perro flaco? Gruñendo).

Primeros auxilios para hablar bien españolSoledad MolinerAguilar

Publicación eltiempo.com Sección Cultura y entretenimiento
Fecha de publicación 28 de abril de 2009

4/26/2009

Dosis Personal; Subjuntivo en María; Locuciones Adverbiales

Por Soledad Moliner

Hablando de dosis personal
A raíz del debate sobre la dosis personal de droga he visto reiteradamente las palabras hashish y marihuana y me pregunto si son sinónimos.
Blas Arriaga, Medellín


Como no soy experta en el tema de narcóticos, solo puedo responder por el aspecto semántico de las palabras que cita. Para empezar, ninguna figura con apartado propio en el Diccionario de la Real Academia DRAE, porque, en español, la primera se escribe hachís y la ortografía más aceptada de la segunda es mariguana, con ge. Si bien marihuana, con hache, aparece en el DRAE y remite a mariguana, marijuana, con jota, se considera una palabra inglesa. El hachís es un compuesto de trozos florales y otras partes del cáñamo índico, también conocido como cannabis. En cuanto a la marihuana (palabra que usamos en Colombia), se trata de un narcótico que sale de las hojas del cáñamo índico. En ese sentido, marihuana y hachís son compuestos diferentes procedentes de la misma planta y, por tanto no son sinónimos absolutos. Y, ya que nos hemos metido en el terreno de las drogas y la homofonía, lo más parecido al hachís es el achís, que, según el DRAE, es la "onomatopeya para el estornudo". A fin de provocar el ¡achís!, nada mejor que el rapé: pero esta es una droga distinta, así que mejor la dejamos quieta.


'María' y el subjuntivo
Mi profesor de literatura citó hace poco un párrafo de 'María', la novela de Isaacs, donde dice "Oh María, cuánto te amé, cuánto te amara". Después nos comentó que la frase contenía un error gramatical. Pero yo creo más en Isaacs que en mi profesor.
J. O. G., Medellín


Estuve hojeando mi edición de 'María' y no pude ubicar la cita que usted menciona, pero, a diferencia suya, yo no desconfío del profesor y supongo que la frase figura en la obra. De ser así, estamos ante una incorrección en el tiempo verbal que pusieron en boga, justamente, los escritores románticos, como Isaacs. Amara o amase es un pretérito imperfecto del subjuntivo ("Que yo amara a Luisa no es extraño"), y no debe usarse para reemplazar el pretérito indefinido: ("Yo amé a Luisa", "Tú amaste tu colegio", etc.). Algunos expertos califican esta confusión como una "pedantería" (Manual de español urgente) y otros como "subjuntivo bastardo" (José Luque Calderón). Como ve, su profesor tenía razón y Jorge Isaacs, no. Vaya pídale perdón de rodillas, como habría hecho cualquier personaje de 'María'.


Lo mismo, pero más largo
¿Qué son exactamente las locuciones adverbiales y cuándo se emplean?
John Winston Padilla, Palmira.


El profesor Leonardo Gómez Torrego dice que se trata de "dos o más palabras que constituyen un conjunto sintáctico indivisible que se comporta igual que un adverbio". Ejemplo de adverbio: "súbitamente". Ejemplo de locución adverbial que podría reemplazar este adverbio: "de repente". El adverbio explica o complementa el verbo para decir cómo, dónde, cuándo, cuánto, etc. Si para ello necesita una sola palabra ("Juan caminó mucho") hemos utilizado un adverbio. Pero si precisamos varias palabras ("Juan caminó sin ton ni son"), se trata de una locución adverbial. El filólogo Joaquín Calvo Sotelo confiere tanta importancia a estas expresiones que las considera "el verdadero antifaz de las palabras" y reconoce que es difícil pero indispensable dominarlas.

4/07/2009

Lengua ensalza: en nombre del cuerpo

Por: Soledad Moliner

Los médicos e investigadores que se han dedicado al estudio del cuerpo son innumerables. La enorme mayoría de ellos han realizado aportes claves a la humanidad pero permanecen ocultos bajo la ingratitud del anonimato. Otros, sin embargo, son conocidos con nombre propio, gracias a que los males o enfermedades en los que trabajaron fueron bautizados en su honor. Pero no solo los científicos han colaborado en el mundo de las letras para designar términos relacionados con el cuerpo; también lo han hecho personajes de la talla de Adán o Aquiles. Les propongo que conozcamos un poco más sobre esos hombres -casi siempre hombres...- que pasan de boca en boca cuando hablamos del cuerpo. Reconozcamos que, aunque todos sabemos a rasgos generales, por ejemplo, de qué se trata el Alzheimer, pocos conocen datos del hombre cuyo apellido denomina esta enfermedad.


Talón de Aquiles. Fue Aquiles el héroe de la guerra de Troya y una de las estrellas del elenco mitológico griego. Su madre, la ninfa Tetis, intentó hacerlo invulnerable al embadurnarlo de ambrosía y sumergirlo, sujeto del talón derecho, en la laguna de Estigia. Esto explica que tal punto del cuerpo fuese su debilidad. En 1693, el anatomista holandés Philip Verheyen recoge por primera vez el nombre que algunos otorgaban a los tendones de tres músculos de la pierna, donde radicaba la falla de Aquiles y la de muchos deportistas, principalmente.

Manzana de Adán. Es posible que la prominentia laryngea, nombre científico de la protuberancia que desarrolla la laringe masculina a la altura del cuello, deba su nombre de manzana o nuez de Adán a un milenario error. Cuando los hebreos la designaron así, no se referían a Adán, el personaje bíblico, sino genéricamente al varón, pues es carácter sexual secundario del hombre y fruto de la actividad hormonal viril. Sin embargo, tanto el latín como numerosas otras lenguas (inglés, italiano, francés, polaco, alemán, etc.) emplean la misma expresión. En español alguien sustituyó la manzana (que muchos identifican como la fruta prohibida que se le atragantó al marido de Eva, en el Paraíso) por la nuez, algo que no encaja ni en la Biblia, ni en la tradición del término ni en la laringe.

Síndrome de Down. John Langdon Haydon Down fue un médico británico (1828-1896), que dejó los estudios a los trece años para ayudar a su padre, un farmacéutico. Nacido en Torpoint, a los 18 se mudó a Londres, donde estudió medicina. Combinó su trabajó en Londres con su actividad en una institución para personas con retraso mental, donde diseñó un modelo para cuidar a gente con trastornos cerebrales. Fundó la institución Normansfield, la primera dedicada a los niños afectados. En 1887 publicó la monografía sobre aflicciones mentales de niños y jóvenes, en la que describió el mongolismo, un síndrome que ahora lleva su nombre. Los hijos de Down, Reginald y Percival, continuaron con la investigación iniciada por su padre.

Enfermedad de Alzheimer. Alois Alzheimer fue un médico alemán (1864-1915) que se dedicó al estudio del cerebro. Durante sus primeros años investigó, en compañía de su colega Franz Nissl, las patologías del sistema nervioso. En 1903 trabajó en la clínica siquiátrica de Munich, donde describió el mal que lleva su nombre. Durante los siguientes años analizó el caso de Auguste Deter, una mujer que murió a los 55 años, afectada por la merma de memoria, desorientación y pérdida de facultades mentales. Sus hallazgos fueron complementados por Gaetano Perusini. Fue el médico Emil Kraepelin quien propuso emplear el apellido de Alzheimer para denominar el mal. Varios escritores italianos apostaron por llamarlo Alzheimer-Perusini, pero finalmente la iniciativa no prosperó.

Mal de Parkinson. El médico inglés James Parkinson (1755-1824) se destacó por sus intereses políticos y sociales. Defensor de los desfavorecidos y convencido de los principios de la Revolución Francesa, fue autor de panfletos bajo el seudónimo de Old Hubert. Su afán por colaborar con el bien común lo llevó a trabajar en la medicina. En 1817 publicó un corto ensayo donde describía un mal caracterizado por el temblor general, la debilidad muscular y la propensión del tronco a inclinarse hacia delante. El primero en usar el término "mal de Parkinson" fue el neurólogo francés Jean-Martin Charcot (1825-1893). Los intereses de Parkinson gradualmente pasaron a la naturaleza, campo en el que también aportó hallazgos importantes.

Por: Soledad Moliner

Miremos el armario

Por: Soledad Moliner

Todos los días las usamos y, sin embargo, poco conocemos sobre su etimología. Las prendas hacen parte fundamental de nuestras vidas y las historias que nos pueden contar son tan variadas como sus propios diseños. Hay orígenes rarísimos; otros son muy simpáticos. Hay raíces insospechadas; otras son fácilmente deducibles. Hay anécdotas interesantes; otras invitan a la reflexión. Además, las historias de las prendas nos llevan a los países más dispares. Los invito a que hurguemos en el armario. Ya verán cómo es de entretenido.

Suéter
Aunque es hoy un tejido que sirve de abrigo y adorno, nació como prenda de combate; en sentido estricto y etimológico, una sudadera. En efecto, el verbo "to sweat" significa en inglés sudar, y los primeros suéteres eran prendas que se usaban para hacer ejercicio. La palabra españolizada ya fue aceptada por las Academias de la Lengua.

Jeans
El origen de esta tela fuerte se remonta a Génova, donde se producía un textil resistente conocido en Francia como Genoa fustian; de allí pasó a llamarse jean fustian. Los pantalones elaborados con esta tela, también identificada como denim (de Nîmes, Francia), se llamaron en inglés jeans y, si son azules, bluejeans. En español la cosa es complicada, porque existen muchos términos equivalentes: vaqueros, tejanos, bluyínes, yines. Todos ellos están ya aceptados.

Boina
A pesar de que cualquier joven diría que se trata de una prenda antigua, la palabra es moderna en nuestra lengua: aparece en textos en español a partir del siglo XIX. Es posible que el vasco y el francés (bonnet: gorro) la tomaran del latín corrupto abonnis, pero no es seguro.

Bóxers
En los últimos años, los calzoncillos de media pierna han adquirido el nombre de bóxers para diferenciarse de los ajustados. La designación se refiere al tipo de pantalonetas que emplean los boxeadores, cuyo tamaño y forma recuerdan. No ha sido aceptada aún por las Academias en este sentido, aunque sí figura españolizada en el Diccionario (bóxers) para designar cierta sociedad secreta china.

Mochos
Este es el nombre que se da en algunas partes de la costa Atlántica colombiana a los pantalones cortos, que apenas llegan a la rodilla. Aluden, por supuesto, a los cojos, a los que carecen de piernas. El origen de la palabra mocho es incierto.

Alpargatas
Aunque todo parece indicar que viene de la lengua hispanoárabe (pârgat), antiguamente se creía que había nacido de la palabra qurqun que designaba un calzado similar que usaban los árabes. Los moros hispanos les decían gurgun o guardad. Le agregaron la voz par, dado que se usan en pares y resultó al-par-guargad. Caminó un corto trecho para llegar a nuestras alpargatas.

Chal
Tanto la prenda como la palabra llegaron a Occidente gracias a las grandes expediciones coloniales, que descubrieron la pieza en la India. Los nobles de allí la usaban como adorno, más que como abrigo. Tomaron la voz del persa schal o schawl. Los ingleses la adoptaron como schawl y los franceses como châlle. En español le decimos chal, una importación de Francia aceptada por la Academia a mediados del siglo XIX.

Pijama
Vestido para las piernas. Así se puede traducir esta palabra india, que pasó a muchos países. Jama significa vestido y pae, piernas. Es el nombre que dan en India a los pantalones holgados, generalmente a los de color blanco, típicos de allí. A los colonizadores ingleses les gustaron y adaptaron la prenda y la palabra (pajamas). Usaron el pantalón para andar por casa y para la cama, lo que despertó airadas reacciones entre los partidarios de la tradicional camisa de dormir. Estos opinaban que la camisa era más cómoda y casta. A su pesar, el término empezó a usarse en Inglaterra a principios del siglo XIX y medio centenar de años después ya estaba en Francia. Una expansión que, por supuesto, les quitó el sueño a los detractores durante mucho tiempo. Como dato curioso, la palabra en español acepta dos grafías: pijama y piyama. En España se suele pronunciar de la primera manera y es masculino: el pijama. En América preferimos la segunda pronunciación, aunque se suele escribir con jota, cosa que el Diccionario panhispánico señala como un error. Si se dice piyama, debe escribirse con ye.

Como hasta ahora empezamos a asomarnos en el armario, les propongo continuar con la pesquisa en el próximo número. La puerta, pues, queda abierta.

Por: Soledad Moliner
Revista Credencial